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lunes, 24 de diciembre de 2012

Feliz navidad.

Les deseo una feliz navidad a los lectores de mi blog, y ya que estamos, os dejo recapacitar con este texto.


Querido amigo:

Hola, te amo mucho. Como sabrás, nos estamos acercando otra vez a la fecha en la que festejan mi nacimiento.

El año pasado hicieron una gran fiesta en mi honor y me da la impresión de que este año ocurrirá lo miso. A fin de cuentas ¡llevan meses haciendo compras para la ocasión y casi todos los días han salido anuncios y avisos sobre lo poco que falta para que llegue!

La verdad es que se pasan de la raya, pero es agradable saber que por lo menos un día del año, piensan en mí. Ha transcurrido ya mucho tiempo cuando comprendían y agradecían de corazón lo mucho que hice por toda la humanidad.

Pero hoy en día, da la impresión de que la mayoría de gente sabe por qué motivo se celebra mi cumpleaños.

Por otra parte, me gusta que la gente se reúna y lo pase bien y me alegra sobre todo que los niños se diviertan tanto; pero aún así, creo que la mayor parte no sabe bien de qué se trata. ¿No te parece?

Como lo que sucedió, por ejemplo, el año pasado: al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta, pero, ¿te puedes creer que ni siquiera me invitaron? ¡Imagínate! ¡Yo era el invitado de honor! ¡Pues se olvidaron completamente de mí!

Resulta que habían estado preparándose para las fiestas durante dos meses y cuando llegó el gran día me dejaron al margen. Ya me ha pasado santísimas veces que lo cierto es que no me sorprendió.

Aunque no me invitaron, se me ocurrió colarme sin hacer ruido. Entré y me quedé en un rincón. ¿Te imaginas que nadie advirtió ni si quiera mi presencia, ni se dieron cuenta de que yo estaba allí?

Estaban todos bebiendo, riendo y pasándolo en grande, cuando de pronto se presentó un hombre gordo vestido de rojo y con barba blanca postiza, gritando: “jo,jo,jo”.

Parecía que había bebido más de la cuenta, pero se las arregló para pasar entre los presentes, mientras todos lo felicitaban.

Cuando se sentó en un gran sillón, todos los niños, emocionadísimos, se le acercaron corriendo y diciendo: “Santa Claus”, como si el hubiese sido el homenajeado y toda la fiesta fuera en su honor!

Aguanté aquella fiesta hasta donde pude, pero al final tuve que irme. Caminando por la calle me sentí solitario y triste. Lo qué más me asombra de cómo celebra la mayoría de la gente el día de mi cumpleaños, es que, en vez de hacerme regalos a mí ¡se obsequian unos a otros! Y para colmo, ¡casi siempre son objetos que ni siquiera les hacen falta!

Te voy a hacer una pregunta: ¿A ti no te parecería extraño que al llegar tu cumpleaños todos tus amigos decidieran celebrarlo haciéndose regalos unos a otros y no te dieran nada a ti? ¡Pues es lo que me pasa a mi cada año!

Una vez, alguien me dijo: “Es que tú no eres como los demás, a ti no se te ve nunca; ¿Cómo es que te vamos a hacer regalos?” Ya te imaginarás lo que le respondí.

Yo siempre he dicho “Pues regala comida y ropa a los pobres, ayuda a quienes lo necesiten. Ve a visitar a los huérfanos, enfermos y a los que estén en prisión”

Le dije: “Escucha bien, todo lo que regales a tus semejantes para aliviar su necesidad, ¡Lo contaré como si me lo hubieras dado a mí personalmente!”

Muchas personas en esta época, en vez de pensar en regalar , hacen bazares o ventas de garajes, donde venden hasta lo que ni te imaginas con el fin de recaudar hasta el último centavo para sus nuevas compras de Navidad.

Y pensar todo el bien y felicidad que podrían llevar a las colonias marginadas, a los orfanatos, asilos, penales o familiares de algunos presos.

Lamentablemente, cada año que pasa es peor. Llega mi cumpleaños y sólo piensan en las compras, en las fiestas y en las vacaciones y yo no pinto nada para nada en todo esto. Además cada año los regalos, pinos y adornos son más sofisticados y más caros, se gastan verdaderas fortunas tratando con esto de impresionar a sus amistades.

Esto sucede inclusive en los templos. Y pensar que yo nací en un pesebre, rodeado de animales porque no había más.

Me agradaría muchísimo más nacer todos los días en el corazón de mis amigos y que me permitieran morar ahí para ayudarles cada día en todas sus difilcutades, para que puedan palpar el gran amor que siento por todos; porque no sé si lo sabrás, pero hace 2 mil años entregué mi vida para salvarte de la muerte y mostrarte el gran amor que te tengo.

Por eso lo que pido es que me dejes entrar en tú corazón. Llevo años tratando de entrar, pero hasta hoy no me has dejado. “Mira yo estoy llamando a la puerta, si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos”. Confía en mí, abandónate en mí. Este será el mejor regalo que puedas dar. Gracias.
Tu amigo, Jesús.



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